Bendiciones, en esta ocasión te traemos un gran devocional que bendecirá tu vida y te ayudará a conocer sobre el perdón, la palabra de Dios nos dará a conocer más sobre el perdón, sin duda es un tema que tenemos que tener en claro para que podamos experimentar lo que es el perdón y traemos ejemplos bíblicos sobre personas que pasaron por estos procesos.
Ejemplos bíblicos del perdón de Dios
Quizás en algún momento has recibido un perdón que no has merecido. Haces o dices algo que hiere a una persona amada y sabes que has cruzado la línea, que no mereces el perdón. Pero, ¡Mira, ¡Qué dicha más grande! La otra persona decide perdonarte.
La Biblia nos habla de este tipo de perdón. Es el perdón que Dios nos da, uno que no merecemos y que muchas veces no logramos comprender.
Salmo 32:1-2
Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados. Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño.
En la Palabra de Dios existen ejemplos de personas que cometieron grandes errores, pero Dios las perdonó. Aquí vemos tres hombres que Dios usó de manera muy especial aun cuando, en un momento importante, fallaron y actuaron de manera incorrecta.
Tres personas que han sido perdonada por Dios
David
David fue el segundo rey de Israel, Dios lo escogió desde muy pequeño para ese puesto. Era el menor de 8 hermanos y su padre se llamaba Isaí. De pequeño fue pastor de ovejas; también disfrutaba mucho de la música, tocaba el arpa y componía. Él escribió muchos de los Salmos que tenemos en la Biblia.
En los libros de Samuel, Reyes y Crónicas podemos encontrar muchos relatos de la vida de David. Uno de los más conocidos está en 1 Samuel 17 y cuenta de su victoria sobre Goliat, un gigante del ejército filisteo. Ahí David dio a conocer su gran valentía y confianza en la protección de Dios. Su fama empezó a crecer y esto alimentó la envidia en el corazón del rey Saúl que comenzó a perseguirle, por ello, David tuvo que huir y pasó un tiempo en el exilio.
Posteriormente de la muerte de Saúl, David regresó, fue coronado rey de Judá, y luego, rey de Israel. Su fama y su osadía crecieron con el paso del tiempo gracias a los triunfos sobre muchos ejércitos. Uno de sus logros más importantes fue devolver el arca de la alianza a Jerusalén. Como resultado recibió grandes promesas por parte de Dios.
Pero, en 2 Samuel 11 y 12 podemos observar sobre un episodio oscuro en la vida de David. Durante el sitio de la ciudad de Rabá, David cometió adulterio con Betsabé, mujer de Urías, uno de los militares. De manera indirecta mandó a matar a Urías para poder casarse con Betsabé. Como consecuencia de toda esta trama Dios envió al profeta Natán a revelarle a David las consecuencias de sus actos. Se registra que el bebé fruto de esa relación falleció. También se desataron grandes problemas y luchas entre David y sus otros hijos.
Todo este caso desagradó mucho a Dios. Parece que el arrepentimiento de David llegó cuando el profeta Natán fue a hablar con él. David reflexionó y se dio cuenta de su pecado, que le había fallado a Dios. El Salmo 51 da a conocer el dolor que sintió. David empieza el salmo pidiendo compasión a Dios y luego le ruega que intervenga en su vida.
Salmo 51:2 y 4
Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado. (…) Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos.
David reconoció que sus malas acciones afectaban su relación con los demás y con Dios. Necesitaba la restauración que viene con el perdón de Dios y sabemos que la recibió. Dios nunca rechaza un corazón humillado y reconoce sus errores. En el mismo Salmo 51, en el versículo 7, David escribe: “Tú, oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido”.
El perdón de Dios llegó. En Hechos 13 leemos que Pablo estaba hablando con los jefes de la sinagoga en Pisidia y entre sus palabras de aliento para ellos hay una mención a David.
Hechos 13:22
Tras destituir a Saúl, les puso por rey a David, de quien dio este testimonio: “He encontrado en David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón; él realizará todo lo que yo quiero”.
Pablo
Saulo nació en Tarso en una familia fiel a la religión judaica. De pequeño aprendió el oficio de hacer tiendas. Creció dentro del rigor de los fariseos y se convirtió en defensor de sus creencias. Su gran celo le llevó a perseguir a los cristianos, les consideraba una secta que amenazaba todo aquello en lo que él había creído. Saulo estuvo presente durante el apedreamiento de Esteban, que era el primer mártir cristiano. Desde ese entonces creció aún más su deseo de terminar con los que creían en Jesús.
Hechos 8:1-3
Aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén, y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Saulo, por su parte, causaba estragos en la iglesia: entrando de casa en casa, arrastraba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel.
A pesar de todo esto Dios tenía sus ojos puestos sobre Saulo. Él veía gran potencial en él y decidió revelársele. Donde otros veían un corazón duro, lleno de odio y deseoso de acabar con los cristianos, Dios veía un corazón sediento de él y de propósito, una oportunidad para transformar una vida dándole otro sentido a la misma.
Saulo le pidió permiso al sumo sacerdote para ir y perseguir a los cristianos en Damasco. El permiso fue concedido y el viaje comenzó. Pero Dios tenía un plan mucho más especial.
La vida de Saulo no volvió a ser la misma luego de su encuentro con Dios. De perseguidor pasó a ser un fiel seguidor de Jesús. Ese mismo celo que tenía antes por perseguir a los cristianos lo usó para hablar de Dios, del sacrificio de Jesús, y del cambio que había experimentado. A muchos cristianos les costó aceptarle como parte de la iglesia, sospechaban de él. Pero Saulo (ahora Pablo) continuó fiel sirviendo a Dios y ayudando a expandir el mensaje de salvación.
Pablo llegó a ser un gran misionero y plantador de iglesias. La Biblia habla de sus tres viajes misioneros, sus visitas a las iglesias, y también nos cuenta de sus sufrimientos. En medio de enfermedades y persecuciones Pablo continuó fiel a aquel que había perdonado sus errores y le había dado la oportunidad de enmendar el daño que había hecho.
En el Nuevo Testamento hay 13 epístolas de su autoría. En ellas vemos reflejada la gran obra que realizó llevando el mensaje de salvación a través de Jesús.
Pedro
Pedro pertenecía a una familia de pescadores de la ciudad de Betsaida y estaba casado. El primer encuentro que tuvieron él y su hermano con Jesús fue especial ya que les dio un nuevo propósito.
Mateo 4:18-20
Mientras caminaba junto al mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro Andrés. Estaban echando la red al lago, pues eran pescadores. “Vengan, síganmeles dijo Jesús, y los haré pescadores de hombres”. Al instante dejaron las redes y lo siguieron.
Desde ese momento Pedro pasó a ser uno de los doce discípulos de Jesús. Él era más bien tosco y de temperamento impulsivo, características que se reflejan en varios pasajes bíblicos. Su impulsividad le llevaba a hablar o a actuar antes de pensar como vemos, por ejemplo, en Mateo 14:25-31. Él estaba junto a los otros discípulos en una barca cuando Jesús se les acercó caminando sobre el agua. Pedro dijo: “Señor, si eres tú, mándame que vaya a ti sobre el agua. Ven – dijo Jesús. Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús”.
Pedro era parte del círculo íntimo de Jesús, los apóstoles que compartieron tiempos especiales con el Maestro. Llegó a ser una especie de portavoz de los doce, declarando en ocasiones grandes verdades.
Mateo 16:13-16
Cuando llegó a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Le respondieron: Unos dicen que es Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas. Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente – afirmó Simón Pedro.
Durante la última cena vemos una escena muy conmemorativa. Los discípulos empiezan a argumentar sobre cuál de ellos sería el más importante. Jesús les dice que en su reino el más importante es el que sirve. Les anima a seguir su ejemplo de servicio, y pasa a hablarle directamente a Pedro.
Lucas 22:31-34
Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos”. Señor – respondió Pedro, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte. Pedro, te digo que hoy mismo, antes de que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces.
Jesús sabía lo que iba a pasar y dio una palabra profética. Él sabía que Pedro lo negaría y oró por él, por fortaleza para su fe. Jesús dijo que Pedro se repondría de ese gran error y que llegaría a ser de ejemplo para los demás discípulos de Jesús.
Cuando arrestaron a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote, Pedro negó tres veces que lo conocía, tal como había dicho Jesús. Al darse cuenta de lo que había hecho, Pedro sintió un dolor amargo en su corazón. ¡Le había fallado al Maestro! Pero después de la resurrección de Jesús, en Juan 21:15-19, leemos una de las historias más bellas de perdón y restitución. Jesús le pregunta a Pedro tres veces “¿Me amas?” y cada vez que Pedro le contesta “Si, Señor, sabes que te amo” Jesús le da una encomienda: apacienta mis corderos; cuida de mis ovejas; apacienta mis ovejas.
Es importante recordar que Pedro fue uno de los líderes de los primeros cristianos. En el libro de Hechos leemos cómo Dios lo usó para sanar y de sus predicaciones llenas de poder. La iglesia creció gracias a su fidelidad, su perseverancia en llevar el mensaje de salvación.
Esperamos que este devocional sea de bendición a tu vida, así es Dios, lleno de amor y de perdón, Él está siempre a la espera, deseando que nos acerquemos con humildad, que le demos una oportunidad. Él no solo nos perdona, también nos da un nuevo propósito, no esperes más en aceptar su amor y su perdón.