«Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.» (Juan 11:25)
Reflexión:
En Juan 11:25, Jesús proclama una de las declaraciones más poderosas de Su identidad y obra. Él se presenta como «la resurrección y la vida», revelando Su autoridad sobre la muerte y Su capacidad de dar vida eterna.
La historia que precede a esta declaración es la de Lázaro, un amigo de Jesús que había muerto y estado en el sepulcro durante cuatro días.
Cuando Jesús llega al sepulcro de Lázaro, ordena que se quite la piedra que sella la tumba y luego llama a Lázaro a salir. Lázaro, que había estado muerto y envuelto en vendas, sale de la tumba vivo y restaurado.
Esta milagrosa resurrección de Lázaro es un poderoso testimonio de la autoridad de Jesús sobre la muerte. Pero Jesús no solo trajo a Lázaro de vuelta a la vida física; también ofrece vida eterna a todos los que creen en Él. Él es la fuente de vida espiritual que trasciende la muerte física.
La declaración de Jesús nos desafía a considerar nuestra propia relación con Él. Él nos llama a creer en Él como la fuente de vida eterna. A través de Su muerte y resurrección, Jesús ha vencido la muerte y ofrece la esperanza de la vida eterna a todos los que confían en Él.
Este pasaje nos recuerda que la vida en Cristo es una vida que trasciende la muerte física. Si creemos en Él, podemos tener la confianza de que, aunque muramos físicamente, viviremos eternamente con Él en la presencia de Dios.
Que esta reflexión te inspire a poner tu fe en Jesús como «la resurrección y la vida». Que encuentres en Él la seguridad de la vida eterna y la esperanza de la resurrección futura. En Cristo, encontramos la victoria sobre la muerte y la promesa de una vida que nunca termina.