En ti, oh Jehová, me he refugiado; No sea yo avergonzado jamás. 2 Socórreme y líbrame en tu justicia; Inclina tu oído y sálvame. 3 Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente. Tú has dado mandamiento para salvarme, Porque tú eres mi roca y mi fortaleza. Salmo 71:1-3
Salmo 71, un precioso capítulo bíblico, nos invita a reflexionar sobre la fidelidad y la fortaleza que encontramos en Dios, especialmente en los momentos de adversidad y en nuestra vejez.
Este salmo es un canto de esperanza y confianza, donde el salmista, posiblemente David, se aferra a la soberanía de Dios a pesar de las circunstancias desafiantes que enfrenta.
En los versículos iniciales, la súplica del salmista por la liberación y la justicia es evidente. Él clama a Dios como su roca y fortaleza, reconociendo que, desde su juventud, Dios ha sido su confianza.
Aunque los enemigos buscan su caída, él se mantiene firme en su fe, proclamando las maravillas y la justicia de Dios a la siguiente generación.
Este salmo nos motiva a permanecer arraigados en nuestra fe, sin importar la estación de la vida en la que nos encontremos. La vida puede presentar desafíos, pero la constante es la presencia protectora y amorosa de Dios.
El salmista nos muestra que, incluso en la vejez y cuando los días de adversidad nos acechan, nuestra historia de redención y la fidelidad de Dios deben ser proclamadas.
La esperanza y la confianza en Dios no son meramente para nuestro propio consuelo. Son un testimonio viviente de la gracia y la misericordia de Dios que debe ser compartido con las generaciones venideras. Así, nuestra vida se convierte en un canto de alabanza, un reflejo de la luz y la salvación que encontramos en Él.
Que este salmo nos inspire a confiar plenamente en Dios, a proclamar Su bondad en cada estación de nuestra vida y a ser portadores de esperanza y fe en un mundo que desesperadamente necesita ver la luz de Su amor y gracia.